1. 

Se desdice

y camina de espaldas

buscando en la tarde

el temblor que queda en el aire.

Alguien me ha prometido

un cuchillo de acero de damasco.

Me ha dicho: necesita aceite

después de cada uso.

Patrones oscuros,

como venas en un brazo largo.

Maneras de recordar.

No hay pérdida posible.

La cadena es corta

liviana

fácil de llevar.

Escucho

las ranas

cantar.

No es la lluvia

y de la lluvia

su certeza

Maneras de no volver.

2.

me fui.

por qué tener miedo a repetirlo.

a repetirme

en otros

lejos de todo

existo.

3.

Estuve buscando una palabra capaz de sostener una piedra,

y no la encontré.

El precipicio nace del golpe

constante

del agua;

y lo que queda es el filo

donde el pie se apoya

desafiando el vacío.

4.

He perdido la batalla del sentido

una montaña y después

otra montaña

pero todo es plano

y largo

insoportablemente interminable

Wisconsin.


Casi sin querer

cedo espacio.

Yo conozco este lugar

otras veces yo misma

piedra

caída

quietud.


Nadie ha visto el sonido

y aún así

digo sonido

y existe.


Primero fue la palabra.

No

Primero,

la certeza

del paso del tiempo

y la necesidad

de retenerlo con la palabra.

5.

Entro,

bajo sospecha,

en la carretera sinuosa,

de la vena roja

de mi ojo izquierdo.

A toda velocidad quiero,

que la última esquina

de la vena roja

esté rota

en una curva ascendente

que mire al cielo.

Si todo sale bien,

soplará el viento,

fuerte fuerte

y me palpita rápido el corazón,

nada más de pensarlo.

Me iré

de ojo

con las últimas hojas,

medio vivas aún

del otoño.

Cuando me busques,

y no me veas,

recuerda que,

he sido feliz,

imaginando mi caída.

6.

Si yo pudiera dejar de ser país.

Dónde queda el cielo

de los que no tienen patria

de los que jamás fueron escogidos

para representar algo diferente

de su propia falta

de una ausencia no premeditada;

de su incapacidad para

llenar un espacio

o el espacio

todo el espacio.


Sin buscarlo,

habito un personaje construido a

puño y puño.

Angustia a razón de no reconocerme.

Quisiera recordar cómo era entonces

el personaje aquel que,

sin saberlo,

tenía suelo y rumbo -desconocido.

No era yo

pena de distancia.

Mientras más cerca del centro,

los nombres pierden sentido: soy,

para dejar de ser,

país, ciudad, y calle pero

en realidad,

sigo siendo

un punto que se desvanece,

en la casa de mi madre.

7.

Recuerdo el día en que me dijiste:

“esta vida no nos pertenece”.

Me comí una uva siguiendo mi propio protocolo. Terminé una página y comencé otra y otra y otra más.

Sonó el teléfono y hablamos

y te dije

y me dijiste

y nos reímos.

Me senté en este sofá que ahora me soporta y agradecí que nuestro nuevo apartamento mirara al atardecer.

Padre: ¿a quién le pertenece esta vida entonces?

8.

Te vas

con razón

y tú escoges el motivo

tuyo

entre tantos

ninguno para quedarte.

Las despedidas no se justifican.

Te sé lejos,

desde antes

otros caminos

compartidos

paralelos

que de tan largos

inalcanzables.

9.

¿Y si en dos partes me hubieras dividido

con cuál te habrías quedado?


La próxima vez que te vayas

no regreses.

Recuerda:

antes de irte,

cierra las puertas y ventanas

de la casa que dejas

o que dejo

o de ambas

para que no pueda buscarte.

10.

Si no fuese por el tiempo

que se abre a punto de caída

y la distancia entre un cielo y otro

con la totalidad de sus soles

viviríamos en alguna de las estrías de la tierra

o en varias

pero mientras tanto

        mientras tanto

no somos -soy- más que un hilo terco

que se niega a quebrarse

sin entender muy bien ni cómo

ni dónde encuentra

este doblez su llano.

11.

Cada día una pregunta

como si importara.

Nada cambia pero

otra vez

la misma sombra

que se rompe

casi por la mitad

¿quién sino yo?

¿yo para qué?

¿yo según quién?

Yo de mí

en existencia ahogada

duda y sombra destilada

imagen/veneno

a espaldas del sol

me confieso.

12.

Se escapan las palabras de mis oídos cansados. Otros sonidos van y vienen, entre el blanco tormenta, detrás de la sal, lengua culpable que traga.

Las horas y los meses no suman más que un instante: 

fracaso, sí, 

la mano que se desliza 

en la otra mano que se queda, 

en esa mano que te toca y se toca, 

y te sabe, 

porque sabe y sabes a, 

imágen, sí,

realidad a medias, 

siempre a punto de, 

cerca de, 

un casi que; 

causa perdida,

fé sin religión ni templo,

error de principio es, 

la promesa de permanencia que.

13.

Ocho años después

llegará el invierno

y es necesario

que todo vuelva a su lugar

y que ese lugar desaparezca

entre el frío y la nieve.

14.

No tuvimos tiempo de acostumbrarnos.

¿quienes fueron

de tierra intermedia es

el que no teniendo deja

para seguir perdido

y mirando,

lo impreciso en la distancia

que todo borra y nada olvida

y de lo que tiene se avergüenza

porque por costumbre se desmerece

por condena histórica se multiplica

en la duda que lo ahoga

en un fin que no llega

en la huella alargada de un pie izquierdo que arrastra

ojos que no ven corazón que siente

se siente

la pesadez del viaje

¿cuánto llevo y cuánto falta?

¿dónde pongo el origen de?

la marca

el puerto

el lugar de donde siempre saldran y serán

los primeros?

15.

Esos lugares tan llenos de nada. Desembocadura para las traiciones de la memoria.

Ahí donde no fue

todo es posible.

Nada

absolutamente

ni una huella

ni un gesto

no existe

porque no hay

adonde volver -y se repite

porque no hay cómo

regresar adonde no se ha estado

lo que no se ha vivido.

16.

(Algo que te resuma).

Las manos calculan lo que los ojos no ven

y no hace falta que vean

porque

clavada está en la piel

la medida exacta

que los dedos conocen

y las palmas también

para que la mirada se vaya

al lugar que la reclama.

Y no es al fogón encendido,

ni el piso de tierra

ni al aceite caliente que sofríe

ajo, cebolla, tomate

y sal,

sino al hambre que se multiplica

sin novedad

en vidas que te consumen

más rápido de lo que cree

el cuerpo pequeño que se despide

hasta que se va

una madrugada

apenas volviendo con

un gesto que no se repite.

17.

Hay un tiempo, entre la arena y el aire, donde la ola revienta.

Nunca es temprano ni tarde, cosa de hombres

si acaso es

la memoria.

Me marcho de donde nunca estuve. Y el paso no fue

tranquilo.

Todo lo contrario: en este camino dejé

vida y media

tejida y rota

mil veces descosida

qué asesino aquel

que

para matarte bien

te mata mal.

Entonces sigo

buscando razones

por costumbre y sin convicciones

acumulando estos finales abiertos

enterrando estos principios ciegos

sin saber el cómo o el qué

o a quién

preguntarle de dónde viene

o a dónde va

o dónde termina

esta suerte mía

este temblor en el pecho

este ahogo por penas que no llegan

esta casa de angustias que es mi cuerpo

la frontera que divide la piel del viento

el momento en el que la luz

se hace luz

desapareciendo.